Por Oli!
Apta para todos a los que tengan ganas de leerlo.
Apta para todos a los que tengan ganas de leerlo.
Dedicado a aquellas personas que me quieren sin conocerme en persona, a quienes quiero sin haberlas visto jamás… lo que demuestra que el amor no se limita en nada.
Era la quincuagésima vez que miraba los brillantes números rojos del reloj despertador que estaba sobre la mesa de noche.
No era su mesa de noche, ni su reloj, ni su cama, ni su habitación. El jetlag estaba haciendo estragos nuevamente con su reloj interno, y eso le pasaba cada vez que hacia ese tipo de viajes. A pesar de que era bien entrada la madrugada no había forma de conciliar el sueño.
Había conseguido ese trabajo luego de responder a un aviso que decía “Necesitamos especialista en administración de negocios, sin cargas de familia, dispuesto a trabajar en el exterior”, o más o menos eso, y su situación en ese momento lo ameritaba más que nunca. Su adorado novio no había tenido mejor idea que engañarla con su mejor amiga, y al descubrirlos ella, él ni siquiera se disculpó, y a cambio se mudo con la otra chica, dejándola más sola que nunca. Se sentía tan triste, tan solitaria, tan abandonada. Pensaba que su vida estaba vacía. Sola y con un trabajo que no le daba todo lo que ella esperaba, el aviso le pareció como una nueva posibilidad, o más bien como un escape a lo que estaba viviendo en ese tiempo. Al siguiente día se presento a la cita, ahí le informaron como era la propuesta, al principio le pareció demasiado arriesgada, pero luego de recordar el vacío que reinaba en su vida, aceptó. A los quince días volaba al otro lado del mundo, con solo su ropa y algunos recuerdos. No valía la pena llevar nada más. El lugar al que viajaba era totalmente distinto a lo que ella conocía, y sencillamente tendría que adaptarse a él completamente.
A las 7 de la mañana ya estaba lista, como no había conseguido dormir, había aprovechado para bañarse y arreglar su cabello, preparar la maleta y afinar los pequeños detalles que habían quedado pendientes para la última reunión que tendrían ese día. El señor Creswell era un hombre amable pero exigente, y ella no quería defraudar a su jefe.
La reunión con el jeque Mohamed terminó a tiempo para ir directamente al hotel y de allí al aeropuerto. Dubái estaba envuelta en una nube de fina arena, producto del viento del desierto, lo que unido a la falta de sueño, impedía apreciar la magnificencia de esa creciente ciudad. Al subir al avión, dio gracias por haber concluido con ese compromiso, y se dejó desvanecer en su asiento antes de que se encendieran las luces de desprender los cinturones de seguridad.
La llegada a Incheon la sorprendió. Había dormido casi durante todo el vuelo. Se acomodó la ropa y el cabello, se puso un poco de perfume y se preparo para descender.
Ya en el hall de salida, mientras empujaba el carro con todas las maletas, su jefe se detuvo mirándola, eso la sorprendió, ya que la gerenta de negocios, la señorita Lee, una bella pero antipática mujer, acaparaba la atención del señor Creswell casi siempre.
-Señorita Deville –le dijo con una sonrisa amable –debe estar cansada ¿verdad? Deje el carro con las maletas al chofer, ya puede retirarse a su casa.
-¡Pero Halston! –interrumpió la señorita Lee –aun debe escribir el informe de la última reunión! –protestó sin soltar el brazo de su superior y mirándola con desprecio.
-Eso puede esperar hasta el lunes –le contesto sin mirarla – ve Marie… ya puedes irte a descansar –y agrego aun sonriéndole –nos vemos el lunes.
-Gracias señor Creswell –le respondió reverenciándose, como ya se había acostumbrado desde que vivía en ese país –es usted muy amable.
El hombre se despidió con un gesto rápido con la mano y siguió su camino acompañado de la gerenta, que nunca lo había soltado del brazo, y que al alejarse se giro para mirarla con un gesto de fría autosuficiencia.
A pesar del cambio intempestivo que sufrió su vida al aceptar ese puesto de trabajo, las cosas no habían sido tan duras como ella había imaginado. La mayoría de la gente local era realmente amable, y el hecho de que casi todos supieran ingles, le facilitó bastante las cosas. Se sentía viva nuevamente; todas las experiencias eran un descubrimiento, no solo por la gente que la rodeaba a diario en la calle y en su trabajo, sino por la comida, la música, las costumbres, todo era novedoso y sorprendente. Y su trabajo también; su jefe, el señor Halston Creswell, un británico de unos cincuenta y pico de años, era un hombre sumamente exigente con las cosas que él solicitaba, pero a la vez era amable y considerado con todos sus empleados. En cambio su superior directa, la señorita Lee Ji Mae, una joven mujer esbelta y elegante, con el largo cabello negro recogido permanentemente en una tirante coleta, era la antítesis. Fría y despótica, trataba con falsedad a todo el mundo, mostrando su sonrisa pétrea, que no inspiraba ni un gramo de confianza. Siempre a la sombra del señor Creswell, había conseguido crear un ambiente de tensión permanente entre las personas que la rodeaban. Pero Marie trataba de mantenerse al margen, y así evitaba los entrecruzamientos con su jefa. Mientras más a la sombra se mantuviera, más desapercibida pasaría para la nociva gerente.
Al ver subir a la limosina a su jefe y a la señorita Lee, se dirigió cansinamente a la puerta de salida donde aguardaban los taxis. El empleado encargado de abrir la puerta del taxi estaba distraído mirando sus guantes, por lo que al aproximarse al auto, un joven de aspecto desarrapado, como salido de una banda de hippies, tomó su maleta para colocarla en el asiento delantero del carro. La verdad que a ella no le importaba quien la asistía en ese momento, pues lo único que deseaba era llegar a su casa, por lo que le restó importancia. Con tal de que pudiera subir a ese taxi y volver finalmente a su hogar, con eso le bastaba. Pero el empleado del aeropuerto, al ver al atrevido joven, que tratando de conseguir unas monedas había sostenido la maleta de aquella señorita, se puso realmente furioso, quitándole de las manos la maleta y empujando el desconocido hippie al piso. Ella se asustó en un primer instante, pero reaccionó rápidamente con enojo por el maltrato que había sufrido aquel chico. Entonces corrió junto al muchacho caído mientras en voz alta regañaba al empleado del aeropuerto.
-¡Oye! ¿Por qué lo empujas de esa forma?!
-Es que este mugroso debería alejarse de las maletas que no le pertenecen –decía el empleado a viva voz, mientras pateaba el morral del chico, desparramando por el suelo los objetos que en él llevaba.
-¡No es necesario que usted sea tan grosero! –le contesto Marie –el solo trataba de ayudarme mientras usted estaba distraído!
-No se preocupe – le dijo el chico que trataba de levantar las cosas del suelo y corría de un lado a otro, tratando de alcanzar los papeles que desperdigados por el piso revoloteaban a causa del viento.
-¡Lárgate de aquí! Maldito vago… ya te lo había advertido! –continuaba gritando el empleado ignorando al grupo de personas que se había reunido a ver la escena.
Marie tomo un puñado de arrugados billetes de su cartera y sujetando la mano del chico, se los coloco dentro de ella.
-Gracias… disculpa el mal momento.
Al levantar él la cabeza para agradecerle, ella se alejaba en dirección al taxi, mientras el histérico empleado continuaba gritándole.
El trabajo en la empresa Blue NC Builder era realmente arduo. Todos los días debía poner a prueba su capacidad y su empeño, pero luego de casi dos años trabajando en ella, se sentía a gusto. La empresa, un conglomerado internacional dedicado a la compra, venta y construcción de bienes raíces, se caracterizaba por su búsqueda constante de personal proactivo, y además por tratar de captar a aquellos artistas y arquitectos que se destacaran por su creatividad. Y ella había conseguido un lugar en ese equipo, era una de las asistentes y asesoras de negocios del CEO de BNCB, el señor Creswell, por lo que constantemente debía estar a disposición de este.
Algunas veces soñaba con conocer otros horizontes, pero le apenaba dejar atrás la vida que había armado en esa gran ciudad. Su pequeño pero cálido apartamento, que pertenecía a la empresa, estaba ubicado en uno de los barrios aledaños de la ciudad. Con calles apacibles, jardines llenos de cigarras en verano, casa familiares donde se escuchaba la risa de los niños, pequeños mercados, el barrio se destacaba por ser un lugar relajado y tranquilo. Amaba llegar por las noches a su casa y saludar a la señora Kim, una amable anciana que vivía en su mismo piso y que siempre la esperaba con una pequeña vianda de comida y le devolvía a Spinel Sun, su gordo y holgazán gato negro, al que la abuelita cuidaba mientras Marie iba al trabajo o salía de viaje. Luego de las diarias bendiciones de la anciana, volvía a su casa, se bañaba y se echaba en su sofá junto a una caja de pañuelos y un pote de helado de piña, su favorito, a ver la programación del canal 95, una interminable lista de doramas ya emitidos que a ella tanto le gustaba mirar. Cuando finalmente el sueño se apoderaba de ella, se dormía junto a su haragán compañero, para comenzar la típica rutina de nuevo al día siguiente. Pero se sentía feliz, y eso era lo que ella apreciaba.
Algunas veces soñaba con conocer otros horizontes, pero le apenaba dejar atrás la vida que había armado en esa gran ciudad. Su pequeño pero cálido apartamento, que pertenecía a la empresa, estaba ubicado en uno de los barrios aledaños de la ciudad. Con calles apacibles, jardines llenos de cigarras en verano, casa familiares donde se escuchaba la risa de los niños, pequeños mercados, el barrio se destacaba por ser un lugar relajado y tranquilo. Amaba llegar por las noches a su casa y saludar a la señora Kim, una amable anciana que vivía en su mismo piso y que siempre la esperaba con una pequeña vianda de comida y le devolvía a Spinel Sun, su gordo y holgazán gato negro, al que la abuelita cuidaba mientras Marie iba al trabajo o salía de viaje. Luego de las diarias bendiciones de la anciana, volvía a su casa, se bañaba y se echaba en su sofá junto a una caja de pañuelos y un pote de helado de piña, su favorito, a ver la programación del canal 95, una interminable lista de doramas ya emitidos que a ella tanto le gustaba mirar. Cuando finalmente el sueño se apoderaba de ella, se dormía junto a su haragán compañero, para comenzar la típica rutina de nuevo al día siguiente. Pero se sentía feliz, y eso era lo que ella apreciaba.
Un día, al volver junto a su jefe de un almuerzo de trabajo, el carro se detuvo en una esquina esperando al cambio del semáforo. Mientras aguardaban, un chico se arrimó para limpiar el parabrisas del auto. El chofer le hacía señas de que no lo hiciera, pero el señor Creswell le dijo que lo dejara, que solo quería algunas monedas. Entonces, al bajar la ventanilla del conductor para darle la propina, Marie vio que se trataba del muchacho que había tratado de ayudarla con su maleta aquella vez en el aeropuerto. Sorprendida por la coincidencia trato de saludarlo, pero pronto arranco el auto, dejándolo atrás. No supo porque, pero se había sentido extrañamente feliz de verlo de nuevo.
Las cosas en su trabajo transcurrían de manera rutinaria, reuniones, informes, presentaciones, se repetían de forma habitual. Pero la pesada sombra de la gerenta, la señorita Lee, que vapuleaba constantemente a todos los empleados, la traía ya un poco cansada. Entonces fue que un día, mientras almorzaba junto a unos compañeros de trabajo, leyó en el periódico que una empresa japonesa buscaba asesores de negocios con experiencia en el rubro inmobiliario. Pensó que tal vez era una nueva oportunidad, entonces llamo al número de contacto y una amable joven le concretó una cita con el señor Takegawa, en uno de los hoteles céntricos de la ciudad. Se sentía contenta, pronto imaginó su nueva vida en Japón junto a su amado gato, pero le entristecía la idea de alejarse de su barrio y de la señora Kim.
El día de la entrevista finalmente llegó. Se retiró un rato antes de su trabajo para poder prepararse para el encuentro de esa tarde. Se puso una falda negra que marcaba sus caderas y una elegante blusa color crema con olanes, medias negras muy finas y zapatos negros de tacón. Recogió su cabello en un moño al costado de la cabeza y lo adornó con un pequeño arreglo de flores que hacían juego con su blusa. Se sentía esplendida. Al salir saludó a su vecina la que le deseó buena suerte y partió rumbo al hotel. Aunque ella era de mediana estatura, se sentía esbelta, su hermoso cabello castaño olía a frutas rojas y sus ojos sonreían con un brillo especial. Al llegar al hotel preguntó por el lugar donde se llevaría a cabo la entrevista. Subió hasta el segundo piso y golpeó levemente la puerta de la habitación que le habían indicado. Pasaron unos momentos y entonces salió de allí una hermosa chica asiática con un sexy vestido rojo, mientras acomodaba su cabello, le sonrió de manera cómplice y se alejó por el pasillo. Luego un hombre de unos cincuenta años, de rasgos orientales, la invitó a pasar al pequeño salón. Ella lo saludó con una reverencia y entró. Se sentía un poco nerviosa, pero quería dar una buena impresión. El hombre se presentó como el señor Takegawa, le invitó una pequeña copa de sake, pero ella la rechazó amablemente con un gesto con la mano y una mirada sumisa, actitud que había copiado inconcientemente de las costumbres que las damas tenían en aquel lugar. El hombre se sentó en un sillón próximo al de ella y le explicó de qué se trataba el trabajo, ella solo asentía educadamente. Pero fue allí que él le preguntó si ella estaba dispuesta a todo por su trabajo, y Marie le respondió que daría lo mejor de ella. Entonces el canoso hombre japonés se paró y se sentó a su lado. Marie se sorprendió, pero trató de no borrar su sonrisa, que ahora se deformaba nerviosamente. El tipo comenzó a acariciarle la rodilla, mientras ella le sujetaba delicadamente la mano.
El día de la entrevista finalmente llegó. Se retiró un rato antes de su trabajo para poder prepararse para el encuentro de esa tarde. Se puso una falda negra que marcaba sus caderas y una elegante blusa color crema con olanes, medias negras muy finas y zapatos negros de tacón. Recogió su cabello en un moño al costado de la cabeza y lo adornó con un pequeño arreglo de flores que hacían juego con su blusa. Se sentía esplendida. Al salir saludó a su vecina la que le deseó buena suerte y partió rumbo al hotel. Aunque ella era de mediana estatura, se sentía esbelta, su hermoso cabello castaño olía a frutas rojas y sus ojos sonreían con un brillo especial. Al llegar al hotel preguntó por el lugar donde se llevaría a cabo la entrevista. Subió hasta el segundo piso y golpeó levemente la puerta de la habitación que le habían indicado. Pasaron unos momentos y entonces salió de allí una hermosa chica asiática con un sexy vestido rojo, mientras acomodaba su cabello, le sonrió de manera cómplice y se alejó por el pasillo. Luego un hombre de unos cincuenta años, de rasgos orientales, la invitó a pasar al pequeño salón. Ella lo saludó con una reverencia y entró. Se sentía un poco nerviosa, pero quería dar una buena impresión. El hombre se presentó como el señor Takegawa, le invitó una pequeña copa de sake, pero ella la rechazó amablemente con un gesto con la mano y una mirada sumisa, actitud que había copiado inconcientemente de las costumbres que las damas tenían en aquel lugar. El hombre se sentó en un sillón próximo al de ella y le explicó de qué se trataba el trabajo, ella solo asentía educadamente. Pero fue allí que él le preguntó si ella estaba dispuesta a todo por su trabajo, y Marie le respondió que daría lo mejor de ella. Entonces el canoso hombre japonés se paró y se sentó a su lado. Marie se sorprendió, pero trató de no borrar su sonrisa, que ahora se deformaba nerviosamente. El tipo comenzó a acariciarle la rodilla, mientras ella le sujetaba delicadamente la mano.
-Disculpe señor Takegawa, pero…
-¿No dijiste que estabas dispuesta a dar lo mejor de ti? –le dijo libidinoso mientras trataba de acariciar la entrepierna de la chica, y esta negaba con la cabeza y lo miraba asustada.
-Pero no me refería a esto –le contesto Marie tratando de alejarse del tipo que la aprisionaba contra el sillón mientras con fuerza se metía con su mano para tratar de tocar su parte intima.
Ella comenzó a sollozar nerviosa, el brillo de sus ojos ahora se debía a sus inminentes lágrimas de pavor. Luchaba por zafarse pero el hombre la sujetaba por el cuello mientras le rompía las finas medias negras. Marie lloraba desesperada por lo que estaba pasando, pero le era casi imposible quitarse al tipo de encima que ya manoseaba su sexo mientras le besaba pegajosamente el cuello.
Ella comenzó a sollozar nerviosa, el brillo de sus ojos ahora se debía a sus inminentes lágrimas de pavor. Luchaba por zafarse pero el hombre la sujetaba por el cuello mientras le rompía las finas medias negras. Marie lloraba desesperada por lo que estaba pasando, pero le era casi imposible quitarse al tipo de encima que ya manoseaba su sexo mientras le besaba pegajosamente el cuello.
-¡Por favor señor! ¡Déjeme ir! ¡Por favor! –gritaba ella histérica mientras él le desprendía el cuello de la blusa –¡Déjeme ir! ¡Por favor no! ¡Déjeme ir!!!
-¡Quédate quieta! ¿No eras tan sumisa?! ¿Acaso no quieres el trabajo?!
-¡No!!! ¡Por favor! ¡Déjeme ir!!! –le gritaba con toda la fuerza que podía, mientras trataba de repeler las manos del asqueroso hombre.
Entonces el tipo se paró, la tomó por el brazo mientras ella lloraba casi a los gritos, la llevó hasta la puerta y la empujó fuera de la habitación, arrojándola por el piso.
-¡Vete chiquilla histérica! ¡Desaparece de mi vista! –le dijo lanzándole la cartera y cerrando con un golpe la puerta.
Marie se levantó apurada, corrió llorando por el pasillo hasta el ascensor, tocando múltiples veces el botón de llamada. Una vez en este se vio en el espejo. Su maquillaje corrido por las lágrimas le manchaba la cara y su cabello se desbarataba desordenado por el forcejeo. Trato de acomodarse un poco antes de salir y de contener las lágrimas, la apenaba mucho que la vieran así. Cuando salió, caminó rápidamente atravesando el hall principal mientras se tapaba la boca con su mano y bajaba la cabeza para que la gente que allí estaba no le viera el rostro inflamado por el llanto. Una vez en la acera del hotel se detuvo sin saber qué hacer, entonces sintió que alguien le hablaba a sus espaldas.
-¿Taegsi ga pil yohasibnikka? ¿Necesita un taxi señorita?
Marie se giró asustada, pensando que sería nuevamente aquel hombre, entonces se dio cuenta que era el extraño chico del aeropuerto.
-¿Necesita un taxi… está usted bien? –le preguntó él alarmado al ver el rostro de la chica –¿le paso algo? ¿La puedo ayudar de alguna forma?
-No… no –ella estaba confundida –estoy bien…
-Pero… ¿seguro?... no se… ¿le paro un taxi?
-No –le contestó ella pensando en que no le gustaría que la señora Kim la viera de esa forma, necesitaba despejar su mente, reorganizar sus ideas, ya que estaba muy confundida y algo asustada aun.
-Pero… ¿la puedo ayudar con algo? …es que… usted no se ve bien.
-No…solo deseo caminar… tomar un trago… sabes dónde puedo tomar un trago?
-Si… la acompaño, no es seguro que ande sola a esta hora.
Ella asintió con la cabeza, entonces el muchacho corrió hasta atrás de unos arbustos del jardín del hotel y tomo su morral y su viejo abrigo, y comenzó a caminar indicándole a la chica con un gesto que lo siguiera. Caminaron unas cuadras en silencio, ella iba distraída, mirando el piso, repasando con gesto amargo lo que había pasado en esa habitación. Se sentía sucia, pero más que nada se sentía una completa estúpida. Él se giraba de vez en cuando para mirarla, sabía que algo malo le había pasado y eso en cierto modo le preocupaba. Llegaron a un puesto callejero, de esos que venden comida y bebidas, y que tienen pequeñas mesas y banquitos de plástico a la orilla de la calle. Se sentaron en una mesa apartada, y el chico pidió un par de botellas de soju y algo de comida para picar. Sirvió un par de vasos y ella lo tomo de un solo trago. Él solamente la miraba sin saber que decir. Temía que ella se pusiera peor, pero sabía que sin entender lo que le había pasado no podría ayudarla.
-¿Mejor?… -le dijo mientras le servía otra copa y le pasaba un palito con algún tipo de carne insertada en la punta, que ella recibió sin preguntar –debe comer algo… sino el alcohol le sentara mal… puedo preguntarle qué es lo que pasó?
Ella masticó lentamente la carne sin contestarle, con la mirada perdida en el vacío, tratando de hilar sus ideas. Él la miraba con gesto serio, no podía dejarla allí de esa forma.
-Disculpe… no quise ser grosero y preguntar dem…
-Era solo una entrevista de trabajo… -lo interrumpió ella hablándole sin mirarlo, con gesto sombrío. Entonces le relató todo lo que había pasado. Él no podía creer lo que ella decía, estaba totalmente descolocado. ¿Como podía sucederle eso a una chica tan linda?
Ella se detuvo y bebió otro vaso de soju, no lo miraba, continuaba recreando en su cabeza cada instante de ese terrible momento.
-Tal vez debería ir a la policía… usted podría denunciarlo…
-No… no… no tendría justificativos ¡Fui hasta su habitación por mi propia voluntad! ¡Hasta pegunté por él en la recepción! ¡Pensarían que soy una cualquiera!
-¡Pero usted no puede dejar pasar eso!
-¡No!... te dije que no… solo quiero olvidar lo sucedido… solo bebamos otro trago y con eso me habrás ayudado suficiente… -levanto la vista y lo miro con ojos vidriosos mientras extendía su vaso hacia él. Él solo se limitó a mirarla y a llenar nuevamente su vaso. Se sentía mal por ella y por dejar que ese maldito se hubiera salido con la suya. Siguieron tomando en silencio mientras la ciudad se iba acallando también.
-Creo que debería dejar de tomar… ya fue dema…
-No… solo sírveme –ella le contestó mientras daba largas pestañadas de sopor –Ah! Espera… -sacó de su bolso su billetera y se la paso al chico, él la recibió extrañado –paga lo que pediste… -le dijo y se dejó caer sobre la mesa. Estaba totalmente inconsciente. Él la miraba sorprendido, le quitó el vaso de la mano y corrió su cabello de la cara. Era una mujer muy bonita, tal vez por el simple hecho de ser distinta a las chicas locales. Su piel blanca, sus largas pestañas, su cara era muy bella, y así también sus manos con pequeños y delgados dedos, y su cuerpo pequeño pero bien formado. Sabía que la había visto anteriormente, pero no recordaba cuando. Debía llevarla a su casa, pero no sabía donde vivía, así que revisó su billetera buscando su dirección en alguna parte. La encontró en su cedula de identificación, no vivía muy lejos de donde estaban. Tomo su bolso y busco sus llaves, y guardo nuevamente su billetera.
-¡Ajumma! –llamo a la señora que atendía aquel puesto. La mujer se arrimó sonriéndole –¿Cuanto le debo?
-Son trece mil wons joven – le contestó con una sonrisa. El chico sacó del bolsillo de su raído pantalón un puñado de billetes de distinto valor y algunas monedas, y trató de contarlos. La mujer, luego de haber observado toda la escena, extendió su mano, tomando la del chico.
-Deje jovencito… está bien –le contesto ella viendo que el efectivo que el chico llevaba no alcanzaba para pagarle –será mejor que lleve a la señorita a su casa, es mejor que ella vaya a descansar.
El la miró asombrado. La mujer continuaba sonriéndole con ternura de madre, mientras le asentía con la cabeza.
-Gracias ajumma… le prometo que algún día la compensare.
-No es necesario… solo cuide de ella, se ve que la ha pasado mal y no creo que tenga mucha familia en esta ciudad.
-Gracias, gracias –le repetía él reverenciándose.
-¡Vamos… llévesela ya! ¡Que es muy tarde! Yo lo ayudo a levantarla – entonces el chico incorporó un poco a la inconsciente joven e inclinándose la cargó sobre su espalda, ella era pequeña y delgada en su comparación, así que no tuvo que hacer gran esfuerzo. La señora le pasó su morral y su chaqueta y el bolso de la chica, y con una sonrisa lo despidió.
Caminó lentamente por las calles con ella a cuestas. Su barrio dormía silencioso, solo el ladrido lejano de algún perro o los frenos del camión recolector de residuos se escuchaban de vez en cuando. Finalmente llegó a la puerta de la dirección indicada en la identificación de la chica, y no supo qué hacer ¿debía dejarla allí en la puerta o la tenía que llevar hasta su apartamento? Si la dejaba en la puerta alguien podría tratar de robarle, o tal vez algún imbécil trataría de aprovecharse, y en ese estado ella sería incapaz de defenderse.
Pero si entraba en su casa tal vez ella pensaría que el aprovechado seria él, ¿y si había alguien más? Prefirió arriesgarse, ella estaba totalmente noqueada. Sacó las llaves de la chica y abrió la puerta de entrada, llamó el elevador y subió hasta el tercer piso. Ya allí caminó silenciosamente por el pasillo tratando de no alertar a los vecinos. Frente a la puerta dudó nuevamente, pero negando con la cabeza entró al apartamento. Un gato negro y gordo salió a su encuentro, maullando tiernamente y ronroneando entre sus piernas. Él lo calló con un gesto sordo. Solo había una puerta aparte de la que daba al balcón, la empujó lentamente y vio que ese era el cuarto, no había nadie más en esa casa. Dejó sus cosas y el bolso de ella en el piso y colocó a la chica sobre la cama con sumo cuidado, entonces ella se quejó inconscientemente pero siguió durmiendo, la acomodó de costado con cautela de no despertarla, y puso tras de ella unas almohadas para que no se girara, pues temía que dormida vomitara y se ahogara. La miro por unos instantes, se veía realmente cansada. Se sentó en el suelo junto a la cama, los efectos del soju también se apoderaban de él, entonces lentamente fue cerrando los ojos hasta que finalmente se quedó dormido. La gravedad hizo el resto, se fue cayendo de costado hasta que terminó acurrucado en el suelo junto a la cama de esa extraña, y Spinel aprovechó para acurrucarse junto a él.
Pero si entraba en su casa tal vez ella pensaría que el aprovechado seria él, ¿y si había alguien más? Prefirió arriesgarse, ella estaba totalmente noqueada. Sacó las llaves de la chica y abrió la puerta de entrada, llamó el elevador y subió hasta el tercer piso. Ya allí caminó silenciosamente por el pasillo tratando de no alertar a los vecinos. Frente a la puerta dudó nuevamente, pero negando con la cabeza entró al apartamento. Un gato negro y gordo salió a su encuentro, maullando tiernamente y ronroneando entre sus piernas. Él lo calló con un gesto sordo. Solo había una puerta aparte de la que daba al balcón, la empujó lentamente y vio que ese era el cuarto, no había nadie más en esa casa. Dejó sus cosas y el bolso de ella en el piso y colocó a la chica sobre la cama con sumo cuidado, entonces ella se quejó inconscientemente pero siguió durmiendo, la acomodó de costado con cautela de no despertarla, y puso tras de ella unas almohadas para que no se girara, pues temía que dormida vomitara y se ahogara. La miro por unos instantes, se veía realmente cansada. Se sentó en el suelo junto a la cama, los efectos del soju también se apoderaban de él, entonces lentamente fue cerrando los ojos hasta que finalmente se quedó dormido. La gravedad hizo el resto, se fue cayendo de costado hasta que terminó acurrucado en el suelo junto a la cama de esa extraña, y Spinel aprovechó para acurrucarse junto a él.
Marie despertó porque el sol le daba directo en la cara, no estaba acostumbrada a eso, no le pasaba habitualmente. Al moverse notó que tenía algunas almohadas detrás de ella, y no entendió porque. Se incorporó lentamente y la resaca le pasó factura, su cabeza parecía que iba a estallar, se apretó los ojos que le ardían, entonces se sentó al costado de la cama y allí lo vio. El susto fue mayúsculo, pero alcanzó a taparse la boca antes de gritar. Dormido sobre el frío piso estaba el chico del aeropuerto, Spinel Sun se acurrucaba junto a su abdomen, ambos tapados con el rotoso abrigo que él traía. Se veía sereno, y eso la calmó, pero que hacia él allí? Entonces recordó lo que había pasado el día anterior, se miró las piernas y vio sus finas medias negras corridas desde la entrepierna, lo volvió a mirar y recordó que él había tratado de ayudarla a la salida de aquel hotel, recordó la caminata, la conversación y los vasos de soju, pero hasta ahí llegaba su memoria del día anterior. Le llamó la atención lo luminoso que estaba su cuarto, miró la hora en el reloj de su mesa de noche y se espantó ¡Las ocho y veinte! ¡Ya debería estar en su trabajo!
-¡Oh no! ¡No! –dijo parándose y corriendo hacia el baño –no puede ser!
Él se despertó confundido, le dolía el cuello, vio que ella se levanta y corría hasta el cuarto de baño. Pensó que se había asustado con su presencia, así que se levantó y fue a esperarla al salón. A los pocos minutos salió ella con el cabello mojado, vestida con ropa formal. Quiso hablarle para explicarle porque estaba allí pero ella lo interrumpió.
-No sé quién eres, solo sé que anoche me ayudaste –le dijo ella mientras recogía su cartera, su celular y sus llaves –pero ahora debo irme, cierra la puerta cuando salgas para que el gato no se escape.
-¡Pero …!
-No sé como compensarte, pero debo irme ya! -le dijo saliendo del apartamento, su trabajo era tan importante para ella que prefería dejar a un desconocido en su casa que faltar un solo día y fallarle a su jefe, él solo la miraba confundido. Marie se paró un segundo en la puerta y sin mirarlo le dijo –por favor… no me robes… y no maltrates a mi gato –luego corrió por el pasillo hacia el elevador y desapareció. Él no entendía nada. Se sentía un poco ofendido por lo último que ella había dicho ¿robarle? ¿quién se pensaba que era él? ¿maltratar a su gato? ¿acaso el parecía un animal? Recapacitó un poco y la entendió, solo le estaba pidiendo algo lógico a alguien que ella no conocía. Debía demostrarle que él no era así. De paso aprovecharía la oportunidad para bañarse y lavar algunas de sus viejas prendas, la esperaría a que regresara y le mostraría que él no era ningún vago.
Marie subió al taxi agitada. Lo que había hecho era totalmente ilógico ¿Por qué no lo había hecho salir antes de irse?! ¿acaso estaba loca? Pero él parecía un buen chico, al menos eso es lo que demostró la noche anterior. Abrió su bolso y lo revisó, no faltaba nada. Sacó su billetera y al mirarla comprobó que ni siquiera le faltaba una sola moneda. Eso la sorprendió aun más. Decidió darle el beneficio de la duda. A esas alturas ya estaba en el edificio de la BNCB y solo podía concentrarse en su trabajo. El día pareció ser más arduo que nunca, pensaba de vez en cuando en lo que había hecho, y eso la tenía preocupada. No sabía con que se encontraría al llegar a su casa. Para colmo, cuando había conseguido un momento para llamar a la señora Kim, esta se le adelantó llamándola para avisarle que se había ido a ver a una hermana por unos días y que si podía cuidar de su casa mientras ella no estaba. Ósea, cuando llegara a su casa no habría nadie que la ayudara si pasaba algo malo. Dos noches seguidas no estaba nada bien. Había sido doblemente estúpida.
Salió de la empresa como a las 7:30, estaba más nerviosa que nunca. Tomó un taxi y se fue a su casa. Antes de entrar preparó su celular para tenerlo listo para llamar a la policía en caso que le hiciera falta. Abrió la puerta de su apartamento tratando de no hacer ruido, y entró con cautela. Lo que vio la dejo sin habla. Las luces de la sala estaban prendidas al igual que el televisor, que emitía un programa de deportes. Estaba todo limpio y ordenado, más de lo que habitualmente lo mantenía ella. Y en la cocina estaba él, con el cabello mojado y peinado prolijamente, vestido con un jean y con el torso desnudo cubierto por el delantal de cocina, picando vegetales y hablándole a Spinel, mientras este le daba cariños con su cola. Estaba completamente muda ¿Qué era todo eso? El gato la vio y le maulló, entonces él se giró sorprendido, ella lo miraba con la boca abierta, él se inclinó en una profunda reverencia y la saludo.
-Bienvenida… apenado por el atrevimiento me disculpo con usted.
Ella había quedado petrificada con la sorpresa, como no le contestaba y él seguía inclinado disculpándose, levantó la cabeza tratando de espiar su expresión, ella solo lo miraba sin decir nada. Entonces fue levantándose lentamente sin que ella reaccionara.
-Comprendo su asombro, no es agradable encontrar a un extraño en su casa, pero mi intención jamás fue asustarla, ni robarle, ni hurgar sus cosas. Solo quería demostrarle que no soy ese tipo de persona… solo me tomé el atrevimiento de ocupar su baño para ducharme… es que habitualmente no tengo oportunidad de usar un baño y debo hacerlo en algún grifo callejero o cuando tengo algo de dinero en un sauna publico… ah… también ocupé su lavadora… pero solo saqué un poco de jabón… y me tomé el atrevimiento de prepararle algo para cenar… -la miraba con rostro apenado pero ansioso a la vez, es que ella no le decía nada y por lo tanto no sabía cómo reaccionar –discúlpeme… ahora me retiro… no quiero incomodarla más… -se quitó el delantal y lo dejó en una de las sillas de la cocina, dejando su formado torso al descubierto, salió al balcón y recogió rápidamente sus ropas y las metió desordenadamente en su morral, y se dirigió a la puerta.
-Espera… -le dijo ella, que al ver el movimiento de él, había salido lentamente de su trance, él se detuvo en la puerta y la escuchó sin voltearse –la verdad no sé quién eres, ni qué tipo de persona eres… pero no puedo dejarte ir así… ya que preparaste la cena… quédate a comer.
Él se giró lentamente y dejó su morral en el piso al lado de la puerta, ella no lo miraba, por lo que no pudo calcular como se sentía ella en ese momento.
-Le agradezco la invitación… es usted muy amable conmigo… permítame servirle, si quiere usted lavarse antes de sentarse, yo terminare de preparar lo que falta… -le dijo él arrimándose lentamente a la cocina, ella solo asintió con la cabeza, dejó su bolso sobre la mesa de centro, y se fue hasta su cuarto, cerrando la puerta tras de sí. Una vez allí, se sentó en la cama pensando en lo que estaba pasando… ¿acaso se había vuelto completamente loca? La noche anterior habían tratado de violarla y ahora le pedía a un completo desconocido, que se estaba yendo por su propia voluntad, se quedara a comer en su casa! Pero es que a pesar de que ella no sabía nada de él, se sentía aliviada con su compañía, quería confiar en él, aunque su razón le dijera lo contrario. Se cambió y se puso ropas cómodas, al salir ya no escucho el sonido de la tele, él había preparado la mesa y mezclaba algo en una pequeña olla. Se aproximó lentamente, él la miró alegremente, como si siempre se hubieran conocido.
-Solo falta un minuto… si quiere sentarse…
Ella se sentó sin decirle nada, él ya se había puesto una vieja remera agujereada pero que olía a recién lavada. El chico empezó a llevar a la mesa platitos con diferentes cosas, y finalmente la pequeña olla que humeaba. Se sentó frente a ella y le sirvió el hirviente caldo acompañado de fideos, mientras le regalaba una tímida sonrisa. Ella tomó la cuchara y sorbió un poco de la sopa, sabia a gloria. Él la miraba con gesto inquisitivo, deseaba saber si a ella le gustaba.
-Ramen… verdad?
-Así es… ¿le gusta? No tiene mucho sabor pues lo hice con las pocas cosas que usted tenía en el refrigerador, pero trate de hacerlo lo mejor que pude…
-Sabe muy bien… -le contestó sin mirarlo, él esbozaba una tenue sonrisa. Marie tomo los palillos y probó las vegetales que estaban en los otros platitos, sabían igual de bien, no podía creer que con tan pocas cosas se pudiera hacer algo tan delicioso. Levantó la mirada y le sonrío levemente asintiendo, él sonreía complacido. Lo miraba de vez en cuando tratando de conocerlo sin preguntarle nada. Él sorbía gustoso los fideos y educado pero animadamente comía de todos los platos. Se veía un chico sencillo, que por lo visto vivía en la calle. No inspiraba desconfianza, hasta su gato la había traicionado echándose hecho un nudo sobre la falda del muchacho que entre bocado y bocado lo acariciaba dulcemente.
-¿Donde vives? –le preguntó ella sacándolo de su glotona tarea.
-… no tengo hogar… -le contestó mientras se limpiaba la boca y trataba de tragar lo que en ella tenía –vivo en la calle –dijo bajando la mirada como avergonzado. Ella se sintió apenada por haber sido tan directa con él a sabiendas de que probablemente esa fuera la respuesta.
-Disculpa… no quise ser tan directa –le dijo también apenada.
-¡No!… está bien… usted no tiene porque saber…
-¿Y puedo preguntarte donde duermes? –le dijo con prudencia.
-Donde me encuentre la noche… -le dijo él con una media sonrisa.
-… ya veo… -le dijo ella meditativa –…y a que te… a que te dedicas?
-A nada especifico… solo trato de sobrevivir… limpio vidrios, corto el césped, abro la puerta de los autos, ayudo con las maletas, lo que sea… -eso le recordó a ella la primera vez que lo había visto –a veces llamo taxis en la puerta de los hoteles o de los restoranes… -le dijo el sonriéndole, se sentía un poco mal al decirle eso, pero no sabía por qué, ya que nunca se había apenado de la vida que llevaba, pero por alguna razón trataba de no parecer un pordiosero frente a ella.
Marie comprendió que lo había incomodado, y también se sintió avergonzada, entonces trato de hacer más amena la charla.
-Veo que te gustan los animales –le dijo con una sonrisa mientras Spinel suspiraba en su falda y el jugaba pensativo con los fideos que habían quedado en su tazón.
-Si… mucho… jamás maltrataría a un animal… -le dijo mirándola recordándole lo que ella le había dicho esa mañana, ella evitó por un momento su mirada, parecía como si se hubiera dedicado a ofenderlo –siempre hay algún perro en la calle que me sigue… pero finalmente ellos siempre encuentran otro camino… a veces cuando nos reencontramos me pongo muy feliz…
Ella le sonrió, era muy tierno ese sentimiento, ella había sido tan ruda con sus preguntas, que sintió que debía elogiarlo en algo.
-Y haces muy bien de comer…
-… lo aprendí de mi madre… -dijo él, bajando la mirada.
-¿Ella vive muy lejos de aquí?
-Ella murió hace ya muchos años… al igual que mi padre… no tengo familia… -su voz sonaba apagada, el recuerdo lo había entristecido.
Marie pensó en que ella era la peor tratando de animar a una persona, solo había logrado borrar la sonrisa de aquel chico. También broto en ella una idea que su conciencia rechazaba indicándole que estaba loca. Pero es que él se veía especial, había sido tan amable con ella, tan correcto, tan respetuoso… que había de malo con lo que ella pensaba?... mas bien, con lo que su corazón le dictaba? Una vez que abrió la boca, sintió que nuevamente se había comportado como una trastornada.
-Oye… sino tienes donde pasar la noche tal vez podrías dormir en el sofá… me apena que te vayas y no saber adónde dormirás…
-…Yo… yo no quisiera molestarla… -le dijo confundido.
-No me molestarías… solo debes respetar tu lugar y así respetaras el mío… ya ves que vivo sola… lo que te estoy ofreciendo parece fuera de lugar… pero es que tu ya me has ayudado tantas veces… que en verdad no se dé que otra forma compensarte… -le dijo ella sin mirarlo.
El meditaba las palabras de ella, ¿tantas veces? ¿a qué se refería? Si aceptaba iba a parecer un aprovechado, pero si rechazaba su propuesta… debía volver de nuevo a la calle…
-No te sientas obligado… si quieres quedarte está bien, yo te lo ofrecí, no voy a interpretar nada malo… igualmente si deseas marcharte… hoy o cuando quieras, eres libre de hacerlo…
Marie le hablaba mirándolo furtivamente, quería leer lo que su rostro expresaba, ¿Qué pensaría de ella? ¿Qué era una desquiciada? El miraba a un costado apenado, pero no le decía nada. El silencio se prolongo por un rato, finalmente él se levanto lentamente dejando a Spinel en el piso, Marie pensó que tal vez se iría, pero en vez de eso comenzó a recoger los trastos de la mesa. Ella lo miraba callada, no sabía qué era lo que había decidido, le pasó las últimas cosas que quedaban en la mesa, entonces él comenzó a lavarlas en el fregadero.
-Deja!... yo lo hago… -él negó con la cabeza aun sin decirle nada –pero tu preparaste la comida!
-Pero la comida era suya… y usted me invito… no puedo más que lavar la vajilla…
Ella lo miró asombrada, lo había ofendido nuevamente? Dejó el tazón sobre la encimera y se fue a sentar al sofá mientras él lavaba todo lo que había ocupado. Encendió el televisor y puso su canal de doramas, estaban pasando Mi adorable Kim Sam Soon, los últimos capítulos. El terminó de lavar los trastos y se aproximo hasta donde ella estaba secándose las manos, ella se corrió hacia un extremo del sillón y él se sentó en la otra punta. Ambos rieron con las desventuradas cosas que le pasaban a la protagonista de la serie, y de vez en cuando se miraban, sonriéndose tímidamente el uno al otro. Finalmente la serie termino. Ella se paro dirigiéndose a su cuarto, suponiendo por la actitud del chico que al menos esa noche se quedaría en su casa. El apagó la tele y se paró junto al sofá.
-Yo… yo no tengo como pagarle por quedarme en su casa… no tengo un ingres…
-Yo no te pedí que me pagaras nada –le dijo ella sin voltearse -solo te pido que respetes mi casa y mi vida… y que no traigas a nadie, pues no me gustan los extraños… -le dijo mirándolo mientras le sonreía. El se reverenció agradeciéndole, ella entro al cuarto y volvió con una almohada y una frazada, las dejo en la orilla del sofá, y mirándolo lo saludo cálidamente.
-Que tengas buenas noches -le dijo yendo hacia la habitación.
-Señorita! –Marie se giro ante su llamado –mi nombre es Han Shin Hwa, o solo Shin… como usted desee… -le dijo reverenciándose.
-Y yo me llamo Marie Deville, pero puedes decirme solo Marie… y por favor ya no me trates mas de usted… me haces sentir más vieja –le dijo sonriéndole –Buenas noches Shin…
-Buenas noches Marie… -le contesto él tenuemente – Marie! –la llamo sorprendiéndola, ella se giro para mirarlo –Gamsahabnida –le dijo reverenciándose nuevamente.
-Gamsahabnida a ti… -le contesto ella haciendo una pequeña inclinación con la cabeza. Luego entro a su cuarto y cerró la puerta. Contrario a lo que la lógica le indicaba se sentía feliz, a pesar de estar en el mismo apartamento con un extraño se sentía segura. Se acostó en la cama y se descubrió sonriéndose. Trato a la fuerza de borrar esa mueca infantil de su rostro, y de obligarse a dormir. Entonces recordó que su gato había quedado fuera. Se levanto y abriendo lentamente la puerta lo llamo con un susurro.
-Spinel!... Ven gatito!
-Esta acá conmigo, ya se durmió… -le contesto Shin en vos baja, acomodado en el sofá junto a su gato.
-Ok… está bien… hasta mañana –le dijo cerrando la puerta.
-Hasta mañana Marie… -le contesto él casi silenciosamente cuando ella cerró la puerta, se sentía extraño, estaba tan a gusto allí, y no por estar acostado en un cómodo sofá, ni abrigado con una manta, ni con el hambre saciado, se sentía bien, alguien había confiado en el, alguien le había dado una oportunidad, el algún día debería pagar por ese favor.
Los días pasaron para esos nuevos compañeros de apartamento. Marie rápidamente se acostumbro a la presencia del chico en la casa, se lo presento a la señora Kim que lo saludo cálidamente interpretando cualquier cosa, soñando fantasías de abuela. Shin pasaba ratos con la anciana mientras la chica se encontraba en el trabajo, hablando de comidas, de gatos, y de parientes lejanos. Le gustaba tener donde volver cada día, y aunque continuaba con sus variados oficios, todo aquello que ganaba, lo gastaba en cosas para su nuevo hogar o para su cada vez más cercana compañera, Marie. Así fuera solo una manzana o un ramo de flores, el siempre la esperaba con algo especial para ella. La consolaba y la aconsejaba cuando surgía algún problema en el trabajo, la acompañaba cada noche a ver sus doramas, y le encantaba cuando los sábados por la tarde salían juntos a hacer las compras del hogar y corrían por los pasillos del supermarket jugando como dos adolescentes.
Se sentía feliz junto a ella, pero cada vez más feliz, y eso lo confundía un poco. No quería ofender a la única persona que le había dado una oportunidad, pero no podía negar que cada vez se sentía más apegado a ella.
Se sentía feliz junto a ella, pero cada vez más feliz, y eso lo confundía un poco. No quería ofender a la única persona que le había dado una oportunidad, pero no podía negar que cada vez se sentía más apegado a ella.
Marie por su parte, se sentía cada vez más cómoda con la compañía del chico. Todos los días volvía ansiosa a su hogar, le encantaba probar los platillos que él le preparaba, y tirarse en el sofá a ver juntos sus series en la tele. Hasta le había robado tiempo a la señora Kim por culpa de Shin, pero ésta, que intuía como venia la cosa, no se quejaba y en cambio, festejaba el verlos juntos. Le gustaba sentirse cerca de él, escucharlo hablar y contar anécdotas, reírse como un loco cuando contaba algún chiste malo que él solamente entendía. Solo una vez metió la pata nuevamente con Shin. Llego una noche con múltiples bolsas de ropa para hombre como regalo para él. El la miro confundido, y sintiéndose apenado, se fue a la calle, dejando sola a Marie aquella noche. Ella se preocupo por él, porque pasara la noche otra vez en la intemperie, se apeno de haberlo ofendido otra vez, si él mantenía su envejecida ropa limpia, porque ella había tratado de transformarlo en una persona distinta? Era una idiota.
A la mañana siguiente, se levanto atolondrada, recordando entre bostezos que él se había ido, entonces al pasar por el sofá, lo vio dormido, vestido con las prendas que ella le había traído, pues había comprendido que la intención de la chica no había sido lo que él había creído. Se despertó unos minutos después que ella, y se levanto para prepararle un café. Desayunaron sin mirarse ni hablarse, como dos tontos, Marie pensando en que él seguía enojado, Shin en que ella estaba apenada por su desprecio. Al salir Marie hacia el trabajo, Shin la alcanzo abrazándola, dejando a Marie congelada por la sorpresa.
A la mañana siguiente, se levanto atolondrada, recordando entre bostezos que él se había ido, entonces al pasar por el sofá, lo vio dormido, vestido con las prendas que ella le había traído, pues había comprendido que la intención de la chica no había sido lo que él había creído. Se despertó unos minutos después que ella, y se levanto para prepararle un café. Desayunaron sin mirarse ni hablarse, como dos tontos, Marie pensando en que él seguía enojado, Shin en que ella estaba apenada por su desprecio. Al salir Marie hacia el trabajo, Shin la alcanzo abrazándola, dejando a Marie congelada por la sorpresa.
-Perdóname… -le dijo él apretando el abrazo –he sido un idiota… nunca despreciaría algo que tú me des.
-Yo… eh… yo… no estás enojado conmigo?!
-No!... y tu aun estas enojada conmigo? –le contesto él sin soltarla.
-Nunca me enoje! Perdóname si te ofendí de alguna forma… te juro que no fue mi intención! –la chica le hablaba apretada contra su cuerpo –ay Shin… me asfixias…
-Oh tonta! Me hiciste preocupar! Perdóname perdóname!
-…Sshinn… suelta…
-Uy! Perdón –soltándola rápidamente –amigos? –le dijo sonriéndole mientras le extendía su mano –si?!
-Auch!... si si! Tonto!... ahora déjame ir que ya estoy retrasada!
-Nos vemos a la noche amiga!
Saludándola con la mano y con una sonrisa radiante la despidió desde la entrada del apartamento, mientras ella le respondía el saludo sacándole la lengua y sonriendo, mientras en la puerta cercana una anciana le rezaba a sus dioses por la felicidad de estos dos pequeños tontos. Shin al cerrar la puerta sentía una felicidad distinta, se descubrió a si mismo oliendo el perfume que la chica había dejado impregnado en su camisa, y eso lo descoloco. Marie al entrar al elevador, se paro apoyada en la pared de este tomándose el pecho con una mano abierta, sintiendo como el corazón le latía desbocado a causa del abrazo al que había sido sometido, y esa sensación la lleno de ansiedad.
En una oportunidad ambos fueron al cine, pasaban una película japonesa de terror, y los dos se tiraban chanzas de quien sería el primero en asustarse. Compraron palomitas y lentejas de chocolate y se sentaron en el medio de la sala. La película empezó y ambos reían, pero pronto las risas desaparecieron y apareció el susto. Marie tomaba con fuerza el posabrazo de su asiento, estaba totalmente aterrada, entonces sintió que Shin tomaba su mano, apretándosela con fuerza, mostrándole que no estaba sola. Eso solo acelero aun mas su corazón, la fuerza de esos dedos entrecruzando los suyos impidió por un instante que pudiera respirar, luego se relajo paulatinamente, sin dejar de apretar la mano del chico que se sentaba a su lado. Las imágenes macabras siguieron y de pronto la chica hundió su rostro contra el brazo de Shin, lo que hizo que él se distrajera de aquello que lo había tenido atrapado y se concentrara solamente en tratar de percibir el perfume a frutas rojas que se desprendía de su cabello, abriendo los ojos ante la sorpresa y apretando su mano con más fuerza. Al salir del cine ambos se sentían diferentes, algo se había despertado pero ninguno se animaba a preguntar qué.
Así como ésta muchas otras cosas pasaron. Se miraban furtivamente, se abrazaban más seguido, trataban de estar juntos más veces. Una tensión intangible había crecido entre ellos, pero ninguno era capaz de enfrentar el porqué’.
Las exigencias del trabajo de Marie crecieron de a poco, pero también creció la importancia que su persona tenía en su equipo. El señor Creswell cada vez estaba más satisfecho de las capacidades de la chica, por lo que ella trataba todo el tiempo de no disminuir la confianza que su jefe había depositado en ella. Cerca de dos meses después de que Shin había comenzado a vivir en su casa, Marie debió realizar un nuevo viaje con su jefe a Singapur, y aunque la distancia había sido menor que la del viaje anterior, las reuniones constantes y el solo hecho de correr tras las necesidades del señor Creswell y el acoso constante de la señorita Lee, dejaron un saldo de extremo cansancio en la joven asesora. Ansiaba volver a casa y descansar, pero también extrañaba la presencia de Shin y su compañía. La llegada a Incheon le recordó la primera vez que lo vio, hacia ya algún tiempo. Pasar por la esquina de esa avenida principal, le hizo sentir nuevamente esa ansiedad que le provocaba verlo, pero llegar a la puerta del edificio donde vivía, desato un palpitar al que ya estaba acostumbrándose cada vez que regresaba a casa.
Al entrar a su apartamento se sorprendió, todo estaba calmo y silencioso. Pensó que se trataba de una nueva broma de Shin y se sonrió en silencio, fue hasta el cuarto esperando la sorpresa y nada paso, reviso todo el apartamento y ni él ni Spinel se hallaban en casa. Decidió ir a preguntarle a la señora Kim si sabía algo de él. Al abrir la puerta la anciana se veía seria y eso la preocupo, la hizo pasar y la invito que se sentara en una de las sillas del salón, cosa que le extraño puesto que siempre la hacía pasar directamente a la cocina. La señora se sentó frente a ella con gesto serio, entonces Marie temió que hubiera pasado algo malo, la miro con gesto inquisitivo, mientras la anciana con las manos cruzadas sobre su falda miraba seriamente el piso.
-Paso algo señora Kim?... es que veo que usted est…
-Veras Marie… tengo que decirte algo pero no sé como... -la interrumpió la mujer aun sin mirarla –es algo muy importante… pero no sé como decírtelo…
Continuara…
5 comentarios:
ME ENCANTO ..ME FACINOOOOOO
A DONDE SE METIO ESE HOMBRE PUES xDD
uff estuvo genial!!! solo queda esperar para saber que fue lo que sucedio!
WAaa!!!! Oli me encanto..no no no...mejor dicho me superencantoooo!!!! esta genial... kiero mas jejeje... me kede intrigada..ke habra pasado con shin!!! waaa mi mente esta vuelta loca imaginando!!... esperare con ansias la conti!1 :)
hayyy mujer como me puedes dejar asi....por fa sigue pronto con el siguiente capitulo sino me dara algo...como siempre amiga te pasaste, sabes desde que te leo he visto como has crecido en tu forma de escribir y eso me alegra porque en cada parrafo que leo se que al siguiente no me defraudaras.
besitos....
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